domingo, 6 de julio de 2008

Al maestro

Somos padres y maestros por que en nuestro diario vivir educamos a nuestros hijos.

En estas líneas quiero dirigirme al maestro de profesión y de corazón que diariamente moldea la mente de nuestros hijos y engalana su saber con los más profundo del conocimiento. No de todo profesor se puede decir que es un maestro, pues hay de los que sólo trabajan para cumplir con la función que les corresponde y los que reciben su sueldo porque no encontraron nada mejor que hacer.

Los maestros son los que vibran con su profesión y son capaces de transformar el sentir del alumno y modificar su autoconcepto que no les permite mejorar su rendimiento. El maestro es aquel que lucha por sus alumnos y se enorgullece de cada paso que dan por más pequeño que este sea. El maestro lleva dentro de si una energía que lo hace brillar y por medio de esta sensación expande su ser a sus propios alumnos.

Es mucho lo que un maestro por vocación es capaz de hacer por sus pupilos:
  • Los trata bien.
  • Los quiere.
  • Los ayuda.
  • Los guia.
  • Los protege.
  • Los nutre con su saber.
La vocación no se aprende en las universidades, la vocación se alimenta día a día, en el transcurrir de la vida. No es fácil vivir la vocación a plenitud, pues somos humanos y fallamos a diario, pero ello no quita el sentimiento que debe primar hacia los alumnos, ya que ellos constituyen el porqué de la profesión.

Mi vocación la viví de muy joven escuchando a mi abuelito y a mi madre contar historias en relación a sus alumnos. Estas anécdotas me encandilaron pero no me llevaron a estudiar la carrera.Yo nunca me imaginé que estas me llevarían a trabajar en un colegio, pues empecé enseñando Primeros Auxilios, mientras concluía mi carrera de Derecho, a jovenes y adultos.

Hoy sólo se que estoy en el lugar exacto y viviendo a diario experiencias que me hacen sentir que si no innovamos y creamos nos quedaremos atascados como profesionales de la educación.

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